La fauna Muisca y sus símbolos

  • Anne Legast
Palabras clave: Animales y civilización, Cronistas colombianos, Cultura Muisca

Resumen

¿Cuando llora la tórtola, canta el vichero y la lechuza de noche, ¿creéis que es para moriros vos o alguno de vuestra casa?" "¿El sol, luna y estrellas abéislas juzgado por Dios?" "Las cosas que los ministros del demonio enseñaron a vuestros antepasados, ¿creéis que son verdades?" (Confesionario de la lengua chibcha, González de Pérez,1987, p.351).

Con estas y otras preguntas confesaban los misioneros españoles del siglo XVII a los indígenas muiscas que todavía habitaban el altiplano de los departamentos de Boyacá y Cundinamarca de Colombia. De ellas se traslucen algunos aspectos de la vida espiritual que tenían estos indígenas pero a su vez el empeño del cristiano de borrar las creencias y costumbres de los nativos.

Influenciados por esta mentalidad, los cronistas rescataron y nos trasmitieron parte de las costumbres de los indígenas, de su vida cotidiana y de su religión. Desafortunadamente, en el contexto de la época de la conquista y de la evangelización de los nativos, muchas facetas del mundo mágico religioso fueron interpretadas con una connotación diabólica, o fueron ignoradas.

A pesar de esto, percibimos en las crónicas cómo el animal se integraba a la concepción religiosa que tenían los Muiscas de la vida, de la creación del mundo, de los seres ancestrales a quienes había que rendir culto, y también cómo el animal hacia parte de la vida cotidiana del pueblo indígena del altiplano.

Así en sus testimonios culturales, en su orfebrería y cerámica, los artesanos muiscas llevaron parte del mundo animal a un nivel simbólico donde más que un retrato fiel de algunas especies, representaron figuras míticas las cuales, en ciertos casos. no corresponden a la fauna que los rodeaba en el siglo XVI.

Cuando llegaron los españoles al altiplano de la Cordillera Oriental, situado a unos 2.700 metros de altitud, encontraron un pueblo indígena de lengua chibcha, dividido en esta época, según Falchetti y Plazas de Nieto (1972) principalmente en tres territorios: el del Zaque centralizado en Tunja y el del Zipa gobernando desde Funza; otras zonas estaban habitadas por poblados que no dependían de los dos caciques supremos formando así un territorio independiente que incluía la región de Vélez, el valle de la actual Villa de Leyva y también el pueblo de Gachetá (ver mapa 1).

Según Langebaek (1987) quien se refiere, no solamente al testimonio de los cronistas, pero al de los propios indígenas en las visitas coloniales realizadas por las autoridades españolas a los repartimientos indígenas, la sociedad muisca estaba organiza da en varias confederaciones de cacicazgos: la del cacique de Bogotá, de Tunja, de Duitama, de Sogamoso y en el noroccidente del territorio muisca se encontraban los cacicazgos independientes.

Antes de la ocupación muisca, la planicie cundiboyacence fue habitada desde épocas antiguas; unos artefactos líticos procedentes del abrigo rocoso de El Abra, no muy lejos de Zipaquirá, evidencian la presencia del hombre cazador y recolector en la Sabana de Bogotá desde 12000 años a.p.(Correa l,Van der Hammen y Lehmann, 1970).

Hay que esperar hasta el final del segundo milenio a.c. para que grupos agroalfareros elaboraran una cerámica, llamada Herrera (Cardale 1981) con decoraciones incisas en la cual los motivos animales están ausentes lo que contrasta con la cerámica pintada asociada a la ocupación muisca.

Los pasos entre estas dos técnicas alfareras reflejando posiblemente el cambio en la ocupación humana no han sido todavía aclarados. Según los resultados de las investigaciones realizadas por Castillo (1984) en Tunja, este complejo de cerámica incisa del período Herrera habría sido reemplazado por la cerámica pintada muisca durante un período de transición o de contacto situado hacia los siglos VII y VIII d.c.

Pero, gracias a varias fechas sabemos que por lo menos desde el siglo VII, esta sociedad de habla chibcha estaba viviendo en el altiplano. Desde este siglo y hasta una época posterior a la conquista española, existen evidencias de la producción de la orfebrería por los Muiscas (ver Falchetti 1989:15-16).

Según los datos arqueológicos y de los cronistas, sus territorios, se expandían hasta las tierras más calientes de la ribera derecha del río Magdalena (Silva Celis 1967), de donde, frente a la presión de los grupos enemigos, tuvieron poco a poco que retirarse hasta el piso térmico frío de la Cordillera. (Duque Gómez,1967:446).

Esencialmente agricultores, los Muiscas todavía vivían de los productos de la cacería, explotaban la sal de Zipaquirá y Nemocón así como las esmeraldas, y sus tejidos tenían gran fama.

Además de tener tierras en diferentes pisos climáticos, lo que les permitía aprovechar una gran cantidad de recursos y productos agrícolas, varias comunidades habían establecido contactos e intercambios con tribus de tierras calientes tanto del Valle del Magdalena como de los Llanos Orientales (Langebaek 1987). Se sabe también que los Muiscas mantenían contactos indirectos con otros grupos chibchas, como los Taironas de la Sierra Nevada de Santa Marta.

Por estas razones, los Muiscas conocían una gran variedad de fauna, desde las especies de páramo hasta las de las tierras bajas. Como para la mayoría de las sociedades antiguas, el mundo animal ha sido fuente de inspiración para sus creencias, lo que se refleja tanto en las leyendas recopiladas por los cronistas como en las expresiones culturales, tales como la cerámica y la orfebrería.

En cerámica se encontraron piezas de uso cotidiano y recipientes ricamente pintados hallados en contextos funerarios; la orfebrería muisca se distingue por las piezas votivas destinadas a ofrendas, se conocen también adornos, tabletas para polvos alucinógenos y propulsores.

El objetivo principal de esta investigación, es de reconocer las figuras animales que fueron representadas en la iconografía animal muisca para tratar de aportar elementos nuevos en la comprensión del mundo simbólico de esta sociedad. Con una rápida observación de los motivos zoomorfos de esta zona arqueológica, resalta en efecto la estilización que los caracteriza.

Estas interpretaciones artísticas en general no son reproducciones realistas de la gran variedad de especies animales que conocían, Algunas de ellas representan animales de tierras frías, otras son propias de tierras calientes o aún de tierras más lejanas del territorio muisca como los caracoles de la costa Atlántica.

Referencias a fuentes etnohistóricas como los relatos escritos por los cronistas españoles, pueden ayudar a entender la relación que tenía el animal para los Muiscas con lo cotidiano o con el mundo mítico religioso.

Cómo citar
Legast, A. (2014). La fauna Muisca y sus símbolos. Boletín De Arqueología De La Fian, 13(3), 5–103. Recuperado a partir de https://publicaciones.banrepcultural.org/index.php/fian/article/view/5508

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Publicado
2014-11-26